Hay miradas muy arrogantes y altivas
les elevan al cielo su ego supremo
miradas distantes que viajan a remo
a bellas zonas remotas y cautivas.
Hay miradas serias, donde no hay lugar
a una liviana sonrisa complaciente
hay miradas sinceras, su fin, mostrar
la franqueza de lo que el corazón siente.
Miradas transparentes que portan su alma
en el óvalo, del mentón al testuz
las hay sonrientes, que proporcionan luz
en cada rincón de sus rasgos, sin calma.
Miradas curiosas, donde no hay resquicio
a la duda en lo humanamente observado
las hay camaleónicas, cuyo oficio
sutil y vaticinio es muy complicado.
Hay miradas marrones, la más frecuente
azules, su iris con menos melanina
ámbar, por el lipocromo ahí presente
rojas, inherentes de la raza albina.
Las hay grises, atractiva identidad
violetas, Liz Taylor, audaz paladín
verdes, en la etnia pastún, normalidad
y una diversidad de mezclas, sin fin.
Y luego... la tuya, arco iris, iridiscente
torna el color, tu pupila dilatada
la fuerza de la luz de forma inminente
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